febrero 01, 2007

Santiago y el calentamiento global


Soy de las personas que aman el invierno, los dias de lluvia en la ciudad, la gente colocandose a cubierto, cambiando el ritmo y ambiente de las cosas.
Para mi las calles inundadas me han acompañado toda mi vida, saber cuando y donde saltar es un juego, estar atento a los vehiculos para cubrirse con el paraguas frente a sus "ataques" cual fueran disparos y llegar indemne a destino. Todo es un desafio.

Sin embargo, a lo mejor esto esta por terminar, cada vez mas lejana es la imagen de aquel Austin Mini llevado con furia por el Mapocho o años después el metro que parecía una fortaleza infranqueable para las aguas sobrepasado por el aluvión como si nada.
Esas lluvias fuertes que a pesar de lo mal que lo pasan algunas personas siempre traen más efectos positivos, debido a su efecto purificador, las estamos obligando a retirarse, serán simples anecdotas en el tiempo cuando seamos una capital en medio del desierto. Es cierto, suena pesimista pero, ¿De que otra manera podemos reaccionar?
No solamente en Estados Unidos ya habián hablado del tema presidentes de mediados del siglo pasado advirtiendo lo peligrosa que se tornaba la situación con el uso indiscriminado de combustibles fósiles. Hoy me entere que Eduardo Frei M. meses antes de dejar la presidencia ya mostraba preocupación por el tem
a. Observemos nuestro barrio y pensemos como se vería con calles sin árboles (bueno a pesar de que ya hay barrios así), un sol abrasador que quema en invierno y verano y un río Mapocho débil y delgado como el brazo de un anciano agónico. ¿Acaso eso es lo que queremos?
Amigos, hagamos lo posible para que podamos seguir teniendo excusas para comer sopaipillas (de las buenas hechas con zapallo) y poder ver al otro día ese lindo blanco en la cordillera invernal.

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